"Los hombres no tienen ningún secreto. Hay que creer que tienen uno, pero, en el fondo, una vida no oculta nada. A fin de cuentas todo se ve, es decepcionante. Todo el problema consiste en creerse que queda un misterio."

viernes, 31 de enero de 2014

Como Patrick Bateman


Preparo la ropa que voy a ponerme: una camiseta Anthony Morato que hace que se me marquen los músculos, unos pantalones Levis que destacan mi duro y perfecto culo, un suéter Hackett cincelado, como hecho a medida, zapatillas Puma plateadas, calcetines y calzoncillos Tommy oscuros. Los calzoncillos son mis favoritos, tipo boxer, acomodan mi paquete con firmeza y suavidad. Entro en la ducha. Me gusta que el agua caliente recorra todo mi cuerpo, que vigorice mis bíceps, mis abdominales, mis gemelos. Vacío medio bote de jabón con yogur y miel en la mano y me embalsamo profundamente, gozo del cálido chorro, me recreo con la presión que ejerce el agua sobre la piel, me enjuago. Ahora le toca al pelo. Siempre uso lo mejor para el cabello. 30 pavos por un champú con todas las polladas del mercado y garantía de calidad, producto exclusivo de gente con clase. Tan importante es ser como parecer. Tengo decidido que hoy me voy a peinar como Christian Bale en American Psycho.

Aunque no lo parezca, resulta muy sencillo peinarse de esa forma. Sólo es necesario tener el pelo largo, un peine con el espacio entre dientes adecuado y espuma fijadora para rizos, aunque yo no los tengo y nunca los tendré. Es un pequeño truco que aprendí: la fijación de este tipo de espumas es más duradera y fuerte que cualquier otra (incluidas las extrafuertes).


Hoy triunfo. Soy Patrick Bateman.

Me encamino hacia el metro con aires de suficiencia y mirando al frente sin titubear. No tengo más remedio que girar el cuello para observar el culo de una cuarentona que me guiña el ojo a su paso. Buen culo para percutir. Una vez en el metro, la mirada lasciva de probablemente una joven estudiante de universidad me la pone dura como el cemento. Me relamo los labios mientras la miro a los ojos, ella corresponde mordiéndose los labios. El vejestorio que está sentado a su lado se baja en la parada. Es mi oportunidad: me levanto y me siento a su lado. Mi pierna choca con la suya. Lleva una falda cortísima que dejan intuir un sabroso coñito. Me imagino que completamente depilada, aunque disfruto más con un matojo bien cuidado. La siguiente parada es la mía. Tengo que hacer transbordo. Apoyo mi mano en su pierna, me giro y utilizo mi sonrisa de no quiero compromisos, sólo quiero follarte. Me coge la mano y la quita de su pierna, mientras me sonríe. Está hecho. Saco una pluma de mi bolso Gucci, cojo su mano y le anoto mi número en la palma. Añado al final: sólo sexo. Bajo y me dirijo a la parada del siguiente metro. Una oxigenada multioperada me devora con la mirada. Le sonrío con la expresión soy demasiado para ti, nena. Entro en el metro. Decido quedarme de pie. Está bastante lleno. Una mujer de unos treinta y cinco años, de muy buen ver, se coloca justo delante, a menos de un palmo de mi polla tiesa. Con el traqueteo el roce resulta inevitable. Parece como si la muy zorra lo hiciera adrede. Le sobo el culo en contraprestación, haciendo un ademán de dirigirme hacia la salida. Me sigue fuera del metro. Me paro. Disimulo haciendo como que me ato los cordones de la zapatilla. La tía cañón me sobrepasa, no sin antes echar una ojeada hacia mí que lo dice todo. Tiene ganas de polla. Puede que lo consiga. La sigo a unos diez metros de distancia, ella disimuladamente echa la vista atrás de vez en cuando. Entra en un bar. Se pide un café. Me coloco a su lado en la barra y me pido otro. Va al servicio. Me hace una señal casi imperceptible. Me espera. Nos metemos los dos y echamos el pestillo. Me empuja contra la pared, me quita el suéter y la camiseta, hace lo propio con la suya. Me lame por el pecho. Es una auténtica loba. Decido mostrarle quien manda: la cojo de la cintura y la pongo boca la pared. Le subo la falda y al ir a bajarle las bragas descubro que no lleva. Introduzco mi dedo índice en su vagina: está chorreando. Rebosa de alegría. Me bajo el pantalón y la empalo con vigor. Una vez llevamos un tiempo dándole al asunto se zafa y se pone a chupármela hasta que me corro. Llego tarde al trabajo. Gracias por la terapia, nena.


En el trabajo decido que hoy no hago nada. Hasta los huevos de una sociedad que chupa la sangre a los individuos con la falacia del esfuerzo y el trabajo duro. No soy uno de esos que vive para trabajar. En realidad voy al trabajo para no aburrirme. Navego por internet, me meto en algunos chats, hablo con colegas, escucho música, leo, juego. Disimulo. Para algo soy un tipo con clase.



Miro algunos videos porno. Voy al baño. Me hago una paja.

Por la tarde vuelvo a casa y me echo una siesta. Revitalizo. Voy al gimnasio y me machaco: estos músculos no se cuidan solos. Mientras hago pesas y hablo con algunos compañeros pienso en lo coñazo que resulta la gente, siempre contando sus vidas y hablando de sus estúpidos intereses aunque a los demás les importe una mierda. Tengo cosas más importantes que hacer y en que pensar. No me des la chapa. Vuelvo a casa, me pego una relajante ducha, me pongo un poco de serum con ácido hialurónico. Este atractivo no se mantiene por arte de magia.



Esta noche toca fiesta.



Al otro lado de la barra del pub hay una mujer totalmente borracha que no deja de mirarme. Cuando sonríe parece una hiena. He observado que cuando las mujeres se emborrachan salen a la luz los rasgos más primigenios que tratan de ocultar en la vida a base de maquillaje y disimulo. Resultan patéticas. Particularmente me repugna y desagrada en exceso la expresión de hiena que adoptan. La desesperación por echar un polvo que transmiten. Me entran arcadas. Le muestro el dedo corazón: quizá en otra ocasión, cuando estés sobria. Vete a follar con un perdedor. Yo soy un triunfador. Me fijo en un grupo de jóvenes que no paran de reírse. Me acerco y le doy pie a la conversación. Se hacen las duras. Insisto.



¡Putas!

Vuelvo a casa con algunas copas en el coleto. Enchufo la tele y me tumbo en el sofá. Menuda mierda de programación: ¡para qué tantos canales si no hacen nada que merezca la pena!


Me quedo dormido con el ruido de la teletienda de fondo. 

sábado, 25 de enero de 2014

La debilidad de Paco Alcácer

Uno, a veces, se pregunta, por qué los profesionales, que ganan millones de euros por temporada, son tan obtusos. Presuntos profesionales, pienso, no saben reconocer el talento enmascarado ni aunque se lo indiquen con flechas luminosas. La mayor debilidad de Paco Alcácer, delantero pura raza del Valencia, y canterano, es que los demás, supuestos profesionales, no saben apreciar ni valorar, su inmenso talento. Como esto es algo que no depende de él, lo tiene jodido. Alcácer es un jugador especial, nacido para golear, para aprovecharse de las defensas rivales; capaz de rentabilizar cualquier fallo individual del futbolista adversario, porque continuamente busca que se produzca ese fallo, y por añadidura, se encuentra en el lugar adecuado. Aplica conceptos muy claros, que sin embargo, pocos delanteros son capaces de aprehender a lo largo de su carrera. Él los tiene interiorizados. Es una delicia verle posicionado entre los dos centrales rivales (¿quién se encarga de marcarle? uno y de esta forma pierde la posición y deja huecos que compañeros de Paco puedan aprovechar; ninguno y deja vía libre al desmarque de Paco con altas posibilidades de quedarse a solas frente al portero); o buscando la espalda de un central en concreto; o adelantándose al central para ganarle la carrera del desmarque; o  escorándose a banda y colocándose entre lateral y central. En el partido de hoy, veinticinco de enero de 2014, frente al Espanyol, ha dado un clinic, que, en cambio, sus compañeros no han sabido (o querido; a veces me he llegado a preguntar si no querían dejarle en situación ventajosa a propósito) aprovechar. Aun así ha marcado su gol. Porque Paco es eso: gol. Pureza de desmarque y movimientos letales. Inteligencia en el posicionamiento. Percusión. Voracidad y remate desde cualquier posición. Y a pesar de lo que pueda apercibirse a simple vista, es un futbolista muy técnico; o al menos mucho más técnico de lo que se suele pensar.

El mayor problema de Paco, más bien los dos problemas principales, que se pueden resumir en uno único, es que los que le rodean no saben apreciar su talento único. Comenzando por sus entrenadores, que por el momento, no le han dado oportunidades ni confianza, pese a que en los pocos minutos de los que ha dispuesto ha respondido. Es endémica la dificultad de llegar a ser profeta en tu propia tierra. A veces parece que haya que remover mares y mover montañas para que se de tal situación. Lo que parece inexorable es que se tiene que sudar el doble para obtener un mínimo de crédito. Siguiendo por sus compañeros, que por el momento, no saben (o quieren) entenderle: hoy fácilmente podría haberse quedado en diez situaciones de delantero contra portero a poco que el resto de jugadores del equipo hubiera estado un poco más avispado; pero no, ellos han sido incapaces de ver los movimientos de Alcácer, pese a que éste indicaba insistentemente con la mano, una vez tras otra, hacia donde iba a desmarcarse, y por tanto, donde debían enviarle la pelota. Quizá todo ello ocurra por su tercera gran debilidad, que en este caso sí es propia, y en la que nada o poco puede hacer: no es otra que faltarle atributos físicos en comparación con el delantero centro arquetípico. A saber: no es alto, no tiene cuerpo, no es de constitución fuerte (aunque su tren inferior es destacable), no es rápido en distancias largas. Todo esto puede llevar a engaño, porque en realidad, por su forma de entender el fútbol y su tipología de juego, no es algo que le suponga -si saben apreciar su pillería e inteligencia para entender el juego del gol, el que hace ganar los partidos- mayores problemas. Además, aunque no es su mayor cualidad, jugando de espaldas no lo hace nada mal.

Da un poco de pena pensar en el talento que se puede perder debido a las carencias de los profesionales para apreciar su calidad y sus cualidades; pero "el fútbol es así", como muchos se empeñan en reiterar; en cuanto algo se sale de la norma o el estereotipo, de los esquemas preconcebidos, se impone el prejuicio que nubla el criterio y la capacidad analítica.

Cuando hoy Pizzi, rondando el minuto 80 y con empate a dos goles, ha sacado a Alcácer del césped, no he podido evitar experimentar una pequeña desilusión: precisamente el futbolista con más gol del equipo, aunque el más fácil de quitar, cuando sólo valía (en teoría) la victoria.

viernes, 10 de enero de 2014

Anecdatorio de lecturas 2014: Enero (II)

2. El doble, de Fiodor Dostoyevski. Lo peor: la prosa; sin ser mala, avanza como a trompicones, abusa de repeticiones, no está pulida. Lo mejor es que el autor logra introducir al lector dentro de la obra: transmite la angustia vital y el patetismo del protagonista, nuestro héroe, Goliadkin. Permite reflexionar sobre la usurpación de identidad, la hipocresía de la sociedad, el conformismo y las vías de escape a la mediocridad, el desdoblamiento de la personalidad y la realidad interpretada a través de la mente (¡la locura!). (Trad: Juan López-Morillas - Alianza Editorial).

3. La rubia del bar, de Raúl Núñez. No soy objetivo con el autor, que me encanta. Realismo (o irrealismo, ¡da lo mismo!) sucio español. Curiosa historia protagonizada por perdedores: el sexo, el amor -o cierto tipo de amor-, el matrimonio, el alcohol, la homosexualidad, la escritura, son temas que están dentro de la obra. Aunque lo que prima es lo contado: se avanza a gran velocidad, logra interesar, divierte.
(Anagrama).

sábado, 4 de enero de 2014

Anecdatorio de lecturas 2014: Enero (I)

1. Lux, el poeta, de Martin Millar. Entretenida novela, sin excesivo valor literario, aunque sí se le podría reconocer algún valor contracultural (fue publicada en 1988, toca muy marginalmente temas como el racismo, la pobreza, drogas, violencia, desigualdad, enamoramiento, homosexualidad, etc.; por así decirlo, son parte de la trama, no hay moralismo ni intención de extenderse en ellos). Lux es un antihéroe estrafalario, poeta al que no quieren escuchar, que me cayó simpático. No obstante, ésta es una novela coral, donde son varios los personajes y protagonistas, que se van interrelacionando entre sí conforme avanza la trama. Estilo directo. Me gustó como va saltando de situación en situación según el o los personajes que se dan cita en la acción. Experimento curioso, al que hay que acceder sin grandes expectativas. (Trad: Mariano Antolín Rato - Versal colección Meridianos).